Italia se levantó el pasado lunes con un resultado en parte sorprendente, pero en realidad preanunciado por muchos sondeos. Casi uno de cada dos italianos apoya fuerzas abiertamente críticas con los últimos cinco años de gobierno y pide un cambio de rumbo en las relaciones entre Italia y la Unión Europea.
La coalición más votada ha sido la centroderecha. Sin embargo, lo que resulta interesante es que esta vez, a diferencia de los años noventa y de la primera década del dos mil, el dominus de la coalición no será Silvio Berlusconi, fundador de Forza Italia, sino el joven líder euroescéptico de la Lega Nord, Matteo Salvini, que ha transformado en los últimos años su movimiento en un partido nacionalista, particularmente crítico con la gestión de los refugiados. Cambia entonces la correlación de fuerzas en la derecha italiana, asumiendo un tinte más claramente euroescéptico. El Movimiento Cinco Estrellas es la opción favorita del electorado, obteniendo el consenso de uno de cada tres italianos. Sin embargo, el Movimiento ha rechazado en los últimos años cualquier alianza pre o post electoral con los demás partidos y no está todavía claro cuáles podrían ser sus socios de gobierno, imprescindibles para conseguir una mayoría absoluta que no tendrá en el próximo parlamento.
Junto a Berlusconi, pierde también la centroizquierda, única fuerza declaradamente europeísta en la contienda. El Partido Democrático consigue menos del 20% de los votos, bajando a su mínimo histórico, adecuándose así a la dinámica de casi todos los partidos socialdemócratas y de centro-izquierda del Continente. Su líder, Matteo Renzi, se ha visto obligado a dimitir de su cargo como Secretario General, abriendo un escenario de inestabilidad e incertidumbre para el Partido. A su izquierda, el cartel electoral Liberi e Uguali, formado en gran medida por ex dirigentes del Partido Democrático disconformes con el liderazgo de Matteo Renzi, obtiene tan solo un 3% de los votos, suficiente para tener acceso al Parlamento, pero ampliamente insuficiente para declararse satisfechos con los resultados.
El Presidente de la Republica, Sergio Mattarella, no podrá prescindir del Movimiento Cinco Estrellas en las próximas semanas de negociación entre los varios partidos políticos. Con más de 10 millones de votos conquistados es muy difícil que el futuro gobierno italiano pueda dejar a un lado a los representantes grillini. El líder del Movimiento, Luigi Di Maio, podría aprovechar la dimisión de Renzi para proponer al Partido Democrático un apoyo externo a un gobierno liderado por el Movimiento Cinco Estrellas. A la empresa podrían sumarse también la izquierda de Liberi e Uguali y el pequeño movimiento europeísta de centro-izquierda Piu’ Europa (Más Europa). Sin embargo, es una operación política de difícil elaboración. Las relaciones entre el Movimiento y el P.D. han estado marcadas en los últimos 5 años por un enfrentamiento abierto. El P.D. tiene un perfil claramente europeísta, que tendría dificultades a la hora de encajar con el euroescepticismo del Movimiento, aunque quizás un cambio de liderazgo en el P.D. podría abrir nuevos escenarios.
En caso de fracaso de esta opción, lo único que quedaría sería una alianza con La Lega de Matteo Salvini. Esta opción presentaría, como mínimo, dos dificultades: en primer lugar, el Movimiento y La Lega representan a electorados en buena medida diferentes, como indica la afirmación de los primeros en las regiones del Sur y de los segundos en las regiones del Norte. En segundo lugar, para poder autorizar semejante operación, Salvini se vería obligado a romper la coalición con la cual se presentó frente al electorado. Una operación no tan fácil, ni de explicar, ni de implementar. Lo que es cierto, es que el Presidente de la República intentará todo lo posible para que se forme un gobierno y no haya que repetir elecciones, una opción que no entusiasma ni a los partidos, ni a sus electores.
A la espera de conocer los resultados de esta fase de consultazioni, la conclusión más importante desde el punto de vista internacional es que el electorado italiano se muestra cada vez más desencantado con el proceso de integración europea. Las únicas dos opciones abiertamente europeístas, el Partido Democrático y LEU, obtienen un resultado muy escaso. La Forza Italia de Berlusconi, que representa a la parte europeísta de la centroderecha, y que esperaba poder proponer el actual Presidente del Parlamento Europeo Antonio Tajani como Presidente del Gobierno, pierde la competición interna a favor de La Lega. Esto no significa que Italia se haya convertido necesariamente en un país anti-Europa. La mayoría de los italianos están convencidos de que una Italia fuera de la Unión o del Euro no tendría sentido y de que en todo caso el país no tendría la fuerza económica y cultural para realizar su propio Brexit. En consecuencia, es de esperar que los líderes euroescépticos rebajen su retórica a la hora de tener responsabilidades de gobierno. Sin embargo, lo que sí se puede esperar es un relativo ensimismamiento de Italia respecto de Europa. Si hay que apostar por un país que pueda hacerse promotor de una mayor integración europea, no es conveniente apostar por Italia. Ni unas elecciones generales, ni las irracionalidades de algunos líderes pueden determinar por sí solas el destino de la Unión. Sin embargo, si hay que buscar energías frescas al servicio de la integración europea, es difícil que las encuentren en la Italia de los próximos años.
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